lunes, 15 de noviembre de 2010

OPERACION CRISIS

Por dónde empezar

Muchos de nosotros ya tenemos identificados los hábitos y actitudes más claramente mejorables, en la medida que nos causan problemas de convivencia, no nos resultan útiles, no nos satisfacen o son incoherentes con nuestra manera de pensar y de ver la vida. Comencemos por "trabajar" este ámbito de mejora, porque es el que más satisfacción nos va a deparar. No es fácil, porque son muchas y muy variadas las razones que nos han llevado a ser como somos. En esta reflexión, no debe importar la edad, nunca es tarde si el cambio nos permite interactuar mejor con el entorno o hacer las cosas tal y como creemos que debemos hacerlas. Si, por temor a lo desconocido o a equivocarnos, demoramos una decisión que sabemos acertada y necesaria nos estamos negando la posibilidad de madurar, nos estamos haciendo daño, al frenar una evolución del todo conveniente. Aplicar la receta de siempre ante exigencias nuevas o repetir errores del pasado ante situaciones ya conocidas, resulta en principio lo más cómodo y sencillo, pero nos conduce inexorablemente al estancamiento, y nos aparta del dinamismo inherente al hecho de vivir en un contexto que cambia.
También puede ocurrir que el freno al cambio no provenga de nuestros hábitos, miedos o incertidumbres, sino del exterior: la pareja, los hijos, los amigos, el trabajo, las convenciones sociales. No todos evolucionamos al mismo ritmo, pero cada uno debe intentar preservar las cadencias de su propia evolución, y adoptar las decisiones que considere esenciales para su progreso como ser humano.

Los primeros pasos

Replantearnos, analizar cómo somos, pensamos y actuamos, es un ejercicio positivo y saludable siempre que lo hagamos con un objetivo de mejora y de adaptación al medio. Hay ocasiones en que tenemos claro lo que deberíamos hacer, pero nos encontramos con que una creencia muy arraigada nos impide adoptar la decisión. ¿Qué hacer en ese caso? Comencemos por reflexionar, por ver hasta qué punto es nuestra esa creencia y nos identifica esencialmente como personas. Muchos de estos prejuicios son adquiridos y no reflejan nuestro real sistema de valores. En ese caso, desprendámonos del lastre, y configuremos un sistema propio, coherente con nuestras convicciones profundas, que nos permita ser más felices y equilibrados.
Las personas que han conseguido realizar grandes y satisfactorios cambios en su vida, lo han hecho a costa de romper hábitos y creencias (suyas o ajenas) que les impedían evolucionar en la dirección deseada. Es frecuente que la idea motora del cambio sea una obsesión o una convicción profunda que permanecía aletargada esperando el momento para emerger. Pero no siempre es así. La creatividad de la psique humana es insondable, y una persona pensando y reflexionando puede llegar muy lejos si se lo propone.

Cambiar es propio de personas inteligentes

  • Nuestra vida y nuestra personalidad las vamos construyendo cada día, y un asunto tan esencial no podemos dejarlo en manos del azar ni de la voluntad de otras personas.
  • Reflexionemos sobre lo que no "nos llena" de cómo somos. Escribamos una lista de cosas a mejorar, comenzando por las importantes.
  • Permanezcamos atentos a lo que nos pasa. Cada situación requiere una respuesta específica; cada deseo y cada sueño, también.
  • Analicemos las situaciones nuevas y estudiemos las ventajas e inconvenientes de las decisiones que podemos adoptar ante ellas.
  • Una vez meditada suficientemente la decisión, si decidimos cambiar, hagámoslo. Escuchemos a quienes se oponen, pero decidamos en libertad.
  • El miedo al cambio siempre acecha: prestemos atención a los pensamientos constructivos y positivos, no a los negativos
  • Si estamos convencidos de la necesidad del cambio y no nos vemos capaces de hacerlo solos, solicitemos ayuda a profesionales en psicología.
  • Seamos conscientes de que un cambio de rutinas o de manera de pensar supone un esfuerzo y entraña algún riesgo emocional

No hay comentarios:

Publicar un comentario